El Cristo de los Faroles: un rincón mágico en el centro de Córdoba

En pleno corazón de Córdoba se encuentra un lugar iónico que es capaz de atrapar a todos los que pasan por él. Es más, es una fotografía nocturna que sí o sí te recomendamos tener si visitas Córdoba. Estamos hablando, cómo no, del famoso Cristo de los Faroles, que se encuentra en una de las plazas más famosas de la ciudad, la pintoresca Plaza de Capuchinos. Es un espacio donde confluyen arte, religión, tradición y devoción, y uno de los puntos que sí o sí debes visitar. ¡Sigue leyendo, porque en cuanto descubras la historia que se esconde tras él, ¡no dudarás en ir a verlo!

Cristo de los Faroles de Córdoba

Historia del Cristo de los Faroles

El Cristo de los Faroles es un lugar icónico en Córdoba, y un enclave único. Se llama en realidad Cristo de la Misericordia, aunque nadie conoce en la ciudad su nombre oficial; o, al menos, no se usa. Fue diseñado y creado por el escultor Juan Navarro León en el año 1794, bajo el patrocinio del capuchino fray Diego José de Cádiz. Es una estatua que se encuentra tallada en piedra, y que representa a Cristo crucificado, una de las imágenes más clásicas de la cultura popular católica. Se erige, como factor diferenciador, en un pedestal que está rodeado de ocho faroles de hierro forjado. Es justo por esto por lo que recibe su actual nombre. Fue más tarde, en 1924, que un vecino anónimo decidió instalar las verjas que tiene. Poco después, sufrió cambios en los faroles; no fue hasta el año 2015 que se restauró, quedando tal y como la conocemos ahora.

Se encuentra en la Plaza de Capuchinos, un espacio que ya tenía un carácter especial incluso antes de la llegada de esta estatua. Los Padres Capuchinos la diseñaron, buscando crear un espacio de devoción en pleno centro de la ciudad; aprovecharon que es una plaza cerrada y muy tranquila. Al instalar la estatua del Cristo de los Faroles, se convirtió en todo un lugar de culto y recogimiento. Un espacio de devoción que ganó fama entre todos los habitantes de la ciudad, y que comenzó a ser visitado de forma habitual. Como dato añadido, debes saber que en el pedestal se encuentra grabado el salmo Miserere, mientras que en la cruz hay un verso de la Biblia. Este último está escrito en latín, pero en español sería “y la roca era Cristo”.

Desde que se instaló, ha sido testigo de numerosos eventos históricos. Es más, vivió la Guerra Civil Española, entre otros tantos momentos convulsos, y se mantuvo siempre como símbolo de fe y esperanza para los cordobeses. Es una imagen sencilla, pero capaz de transmitir tanto a nivel espiritual que se convirtió en una parada obligatoria para los creyentes.

Significado religioso y cultural

Pese a que comenzó siendo una obra de arte religiosa, lo cierto es que es mucho más que eso ahora mismo. Desde que se instaló, fue un punto de peregrinación y devoción de muchas personas, que acudían a rezar, a depositar flores y a hacer peticiones a Cristo. Cómo no, también es un punto importante para todos aquellos que solo buscan un momento de reposo, puesto que es una plaza muy tranquila.

Además, en Semana Santa cobra mucha importancia. Es un punto de encuentro entre cofradías y seguidores, puesto que son bastantes las procesiones que se suceden por la plaza. De esta manera, lo que se consigue es reforzar su simbolismo religioso. Este no es escaso: estamos hablando de una estatua que representa el sufrimiento de Cristo en la cruz. Pero no solo eso, sino también la esperanza, la redención de la humanidad. Es sobrio, no tiene muchas ornamentaciones, y eso acentúa aún más esa conexión directa y sincera con Dios.

Por último, es innegable que el Cristo de los Faroles ha sido muy importante a nivel artístico. Artistas, escritores, músicos… Son muchos los que se han inspirado con esta atmósfera única. Y son aún más las personas que han quedado conquistadas por uno de los rincones más icónicos de la ciudad.

El entorno de la estatua: La plaza de los Capuchinos

Como ya hemos explicado, parte de la magia del Cristo de los Faroles es el enclave. Porque la Plaza de Capuchinos es, en sí mismo, un lugar mágico y pintoresco. Es pequeña, está completamente empedrada y se encuentra rodeada por muros blancos. La sensación al entrar en ella es casi como si se hubiera detenido por completo en el tiempo. Es sencilla, simple, y contrasta notablemente con el bullicio que se puede hallar en otras partes de la ciudad. Esto la convierte en mucho más que un lugar religioso: es un refugio.

La plaza se encuentra flanqueada por el convento de los Padres Capuchinos y por la Iglesia del Santo Ángel. Al estar cerrada y no tener prácticamente adornos, ni distracciones, se consigue que toda la atención se centre en el Cristo de los Faroles. Este se encuentra en pleno centro, con los faroles iluminando su figura y una pequeña verja alrededor.

Lo mejor de esta plaza es ese ambiente de paz. Durante el día, a la luz del sol, resalta el blanco de las paredes, dando la sensación de estar en otra época. Pese a que la plaza no esté integrada en los grandes circuitos turísticos, te recomendamos visitarla; saca un hueco en tu agenda, porque merecerá la pena.

El Cristo de los Faroles de noche

Si durante el día el Cristo de los Faroles resulta impactante, de noche alcanza una dimensión que te dejará sin palabras. Porque es en plena oscuridad cuando se encienden los faroles que lo rodean, creando ese juego de luces y sombras que realza su belleza. Y que, además, envuelve la plaza en una atmósfera mística que te dejará sin palabras. El silencio de la plaza, roto únicamente por el eco de algún paso lejano, transforma el Cristo de los Faroles en un lugar de ensueño. Es el momento perfecto para sacar esa fotografía nocturna que te mencionamos antes.

Es durante las noches de primavera y de verano que este lugar alcanza sus cotas más altas de misticismo y magia. Luz cálida, un ambiente íntimo y un espacio que ha inspirado a decenas de artistas. En Semana Santa, la plaza es un lugar increíble, lleno de velas y devotos que son capaces de crear una escena sobrecogedora; se entrelazan fe y tradición, creando un espectáculo único.

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